Prefacio;

Siempre penzé que los hermanos estaban para protegerte y mas si eres la menor de la familia, pero cuando lo que tu creias era tu mundo, en verdad es una farza inventada para no lastimarte con la verdad hiere mas que haberla dicho desde un principio.....

viernes, 13 de agosto de 2010

Cap : O2 Human Experience [Part Three]

Rob Golpeo la pelota, esta hizo un gran ruido, pareciera que de la fuerza del saque de mi hermano la pelota se fuera a partir en dos.
Mire la pelota fijamente, mi mano y mi raqueta estaban listas para dar el mejor golpe a esa pelota y anotar un punto.
Al mismo tiempo que mi hermano sacó, pude sentir como una fuerte ola de energía me golpeaba hasta tirarme de rodillas en la cancha, Sacudida y con dificultades para respirar y por consiguiente para hablar.
Robert se percato de mi acción, al parecer creyó que me dio miedo el saque debilucho que hace segundos había llevado a cabo.
Se mofo de mí gritándome desde el otro lado de la cancha.
-¿Te asustaste con ese saque?- inquirió sarcástico- y eso que no le pegue fuerte.
No pude contestarle prácticamente me estaba asfixiando, la vista se me nublaba, pareciera que me sumergía en un foso sin fin y sin escape alguno.
Mi hermano se alarmo porque no respondí a uno de sus típicos sarcasmos, se acercó a mí a una velocidad vertiginosa; se hincó a mi lado, tomo mi rostro con una de sus manos, examinó mis ojos. Por lo que pude oír no encontró nada ni pudo ver nada, porque no dejaba de llamarme.
-¡Aianna! ¿¡Me Oyes!?- Gritaba Histérico
Mis pulmones no tenían aire, habían sido bruscamente golpeados. No había ni una pizca de oxigeno en mi. Traté de jalar aire por la boca pero no hubo resultados, Mis pulmones seguían sin aire.
Robert me tomo entre sus brazos; me cargó a mí y a las raquetas hasta la camioneta que estaba en el estacionamiento.
Ese transcurso de tiempo me pareció eterno, entre más pasaba más me sumergía en ese foso. Sin miedo a errar me atrevo a afirmar que experimente lo que para un humano es la muerte. Pude sentir que a cada segundo me sumergía más y más y más sin poder hacer algo por salir, me asfixiaba; esa ola de energía me devastó.
Mientras me sumergía en ese abismo pude sentir como Robert me sujetaba al asiento haciendo uso por primera vez de un cinturón de seguridad, al mismo tiempo que besaba mi frente y repetía una y otra vez “No me dejes Aianna, no de nuevo”.
Robert termino de asegurarme al asiento, subió a la camioneta poniéndola en marcha inmediatamente.
En mi agonizante experiencia se podría decir mortal, intente jalar aire por la boca una vez más, sin resultado alguno.
Mis pulmones habían sido vilmente aplastados, como cuando una bolsa de papel está llena de aire y la pisas. Mis pulmones estaban así de heridos, aunque quisiera mi debilucho Pecho no podría siquiera retener por medio microsegundo una bocanada de aire.
Así que me rendí y deje de luchar por jalar aire y por supuesto de arañar el asiento, en señal de lucha, solo me quede inmóvil en el vacío.
Al parecer lo que hice a mi hermano no le gusto mucho, me jalaba por el brazo izquierdo sin cesar y gritaba de nuevo “Aianna No, Lucha por mí”.
Deje de sentir los jalones de Robert, también deje de oír sus suplicas para que no me rindiera, solo permanecía inerte en mi asiento, en un abismo sin fin. En el pude ver a las personas que vi morir en Gales, y me lamentaba por no haber hecho nada por ayudarlos a salvar su preciada vida.
Mire en ese inmenso fondo negro, masacres gigantescas por mi causa, pueblos fantasmas, no quedaba nadie en ellos, gente inocente asesinada a manos de un sequito de viles Strigois.
Y yo no hice nada más que huir de esas tierras. Esos actos de mi pasado me atormentaban, el hecho de no haber puesto resistencia a los caprichos de un Príncipe vampiro proveniente de Gales, que supuestamente estaba perdidamente enamorado de mí.
Me sentía miserable ¿Tanta gente muerta solo para alagarme?, ¿En qué mente cabe la idea que alagaras a una chica matando gente por muy vampiro que sea?, pues a mi parecer en ninguna que este cuerda, por eso mismo huí de Gales.
Cada recuerdo de todas las cosas que hice en mi vida me hundían más en el hoyo y me impedían respirar.
Me resigne y me deje llevar por las sombras. Después de todo soy hija de la obscuridad

Cap : O2 Human Experience [Part Two]

Mientras estaba sentada me puse a desempacar mi atuendo de tenis y mis demás cosas para jugar.
Al tener mi ropa deportiva afuera empecé a desabotonar la blusa que llevaba puesta.
Pude notar que el espejo que estaba dentro del cubículo, cerca de un pequeño locker reflejaba mi piel blanca y mi brassiere. Exhalé el aire de mis pulmones y empecé a desvestirme de nuevo, quitándome el pantalón de mezclilla y retirándome los botines de los pies dejando a la intemperie los mismos que a mí parecer tenían encima unos calcetines bastante blancos.
Volví a mirarme en el espejo, allí estaba yo en ropa interior y calcetines tratando de aparentar algo que no era, me volví de espaldas al espejo.
Me deshice de mi blusa la doble al igual que el pantalón y los guarde en mi maleta, en cuanto a los botines solo los metí dentro del locker.

Continué en la hazaña de cambiarme de ropa, no era complicado pero en mi cabeza ahora existía una maraña de pensamientos eso me complicaba el cambiarme, rápido.
Logre darme un respiro y me puse mi camisa rosada, era mi favorita, después mi falda combinada con un short pequeño.
Mi atuendo para jugar tenis era precioso me encantaba por la combinación de colores, rosado y blanco era lindo, pero aun me hacía falta algo; ponerme los tenis, cosa que me daba bastante pereza pero era muy necesario usarlos, no podía jugar descalza, bueno si podía pero Robert no lo vería con buenos ojos, así que a ponerse los tenis se ha dicho.

Tome asiento de nuevo y me incline hasta llegar a mis pies, tomé mis tenis de la banca y me los puse, anude las agujetas y me puse de pie.
Me mire en el espejo que había allí, me veía tan humana que en mi rostro apareció una sonrisita graciosa que me alegro un poco el día. Revise mi peinado y me veía bien.
Tome mi maleta del suelo, la cerré y la introduje en el locker donde se encontraban mis botines. Cerré la puertecilla del locker con la llavecita y esta misma la puse en el pequeño bolcillo de mi falda.

Caminé hasta la salida del vestidor. Ya allí afuera me puse a buscar entre la gente a alguien que se dirigiera a las canchas de tenis, donde se supone que estaría mi hermano.

Logré encontrar a un chico, lo seguí y ya entrando en la zona de las canchas mire hacia una de ellas y allí estaba Robert con una mirada furtiva que se dirigía en mi dirección, era más que obvio que él estaba molesto conmigo, pero eso a mí no me dio importancia alguna.
A fin de cuentas mis sentimientos a Robert no le importaban absolutamente nada.
Caminé despreocupada con paso firme en dirección a él, a cada paso que yo daba su mirada se volvía más retadora.
Yo en defensa le obligué a dejar de mirarme así emitiendo un gruñido gutural, desgarrador y lo bastante fuerte como para que él se pusiera en guardia, era como si un león estuviera a punto de atacar a otro.

Robert trataba de intimidarme con la pose que había tomado y mirándome como si fuera a matarme en ese preciso momento, a mi parecer eso no daba ni tantito miedo.
Escéptica enarqué las cejas mofándome de su intento fallido por asustarme.
Acto seguido le mostré los dientes afilados, le gruñí una vez más. Robert solo se limito a relajar la postura, bufo, me miro de pies a cabeza, lógicamente yo seguía dispuesta a responder algún ataque de su parte.

Rob se sorprendió por mi reacción y al parecer esta lo obligó a relajarse una vez más.
Camino unos cuantos pasos lejos de mí, se volvió y me miraba como si buscara algo en mí algo raro, olfateo el aire y sus ojos se tornaban obscuros como la obsidiana, siguió mirándome, hasta que al fin me sostuvo la mirada. Yo no iba a bajar la guardia seguía tal y como antes. Dispuesta a todo.

El solo se limito a darse la vuelta de nuevo y tomar su posición de juego al otro lado de la cancha, seguía mirándome.

-Estúpido vampiro cobarde- me dije a mis adentros.
-Aianna guárdate tus comentarios- Balbuceo

Me percate que Robert leía mis pensamientos. Esto lo hacía con tan solo ver mis ojos, y establecía una especie de contacto entre mi mente y sus ojos lee mentes, me disgusto el hecho porque al parecer yo nunca tendría privacidad, eso significaba que siempre que yo lo veía a los ojos él no se aguantaba la curiosidad de saber lo que yo pensaba y hurgaba en mis pensamientos, eso no era jugar limpio.

-¿Quieres hacerme el favor de dejar de leer mis pensamientos?- le grite enfurruñada
-Aianna cállate por favor- replico irritado
-¿Sabes qué? Dame mi raqueta- le ordene enérgica- esto lo arreglaremos en la cancha.

Robert se acercó a mí a una velocidad; promedio, pero imposible de ver a los ojos de un humano, me tomo por el brazo y nuestros rostros quedaron a tres centímetros de distancia entre ellos.

-¡Maldita sea! ¿Qué tú no puedes estar un momento en paz conmigo?- inquirió molesto
-No- admití tajante- así que dame esa raqueta ahora mismo.
Liberé mi brazo y tomé distancia.

-Mierda Aianna ¿Cuándo será el día que obedezcas mis órdenes?- me cuestiono
-El día en que tú dejes de ensañarte conmigo hare lo que tú me pidas- le señale molesta

Le arrebaté mi raqueta de la mano y tome mi posición de juego, al otro lado de la cancha, estaba lista para dar mi vida por así decirlo en este juego, Robert tenía que entender que no puede controlarme como a una marioneta. No más.
Verdaderamente estaba molesta con mi hermano, el no entendía nada de lo que yo quería. Y en definitiva este juego era mi oportunidad perfecta para demostrarle que ya no soy una niña inmadura como se que él piensa que soy.

Rob me miro por un momento, pude notar sus ojos carecían de luz y de cambio alguno, aun conservaban ese color negro, igual que la obsidiana.

Mi hermano era tan cerrado a la posibilidad de aceptar que comete errores, que su actitud me enfermaba.

Inhalé profundo, volví la cara hacia el astro rey que brillaba fuerte en las alturas, sus rayos me daban calor, ese calor tan agradable que tanto extrañaba sentir desde hace décadas.
Sin querer en mi cara apareció una gran sonrisa, el sol influía en mi estado de ánimo, mi piel fría cual tempano de hielo podía sentir la calidez del ambiente, este tenía que ser uno de esos días inolvidables como dicen los humanos.
Podía sentirlo a pesar de la negatividad de mi hermano, el aire tenía algo especial, algo que podía hacerme sentir nervios y extraña. Esa sensación de vértigo que hace que le tiemblen a uno las extremidades y los dientes, no puedo explicar el mar de sensaciones que ahora sacuden a mi persona, solo sé que hoy acontecerá algo que quedara en mi memoria.
Robert tomó la pelota de tenis en sus manos y se preparó para sacar.
Yo empuñe mi raqueta con seguridad, para ganar esta contienda.
Robert aventó la pelota hacia arriba y con la mirada siguió la trayectoria para golpear la pelota con la raqueta, mi hermano desde mi posición se veía majestuoso e imponente.

Cap : O2 Human Experience [Part One]

Mientras el conducía hacia el Club yo miraba por la ventana a los humanos.
Ellos vivían su vida sin ninguna preocupación, sin sospecha alguna de que existían criaturas como mi familia y yo.
Entonces pensé en cuestionar a Robert, el porqué de esa Regla.

Cuando volví la mirada hacia él, su rostro aun seguía con los labios apretados, el ceño fruncido y esa mirada ausente. Parecía que estaba molesto por algo o con alguien.
Dudé en preguntarle qué era lo que le pasaba, cuando el volvió su rostro hacia mí, pude notar la mirada furibunda que ahora embargaba totalmente sus ojos.

-Me puedes decir ¿por qué te portaste así con el Vallet?- pregunto enfurruñado
-Solo quería ser amable.-admití

Realmente quería serlo, no había otra intención...

-¡Maldita sea dime por qué haces cosas que no debes!- respingo aun más molesto
-Rob, enserio no hubo otra razón más que ser amable con él.

¿Qué le pasa, creía que me lo iba a cenar o qué?...

-No, tú sabes a que me refiero sabes que lo que me molesta es que rompas las reglas- me gritoneo
-Robert, esa regla es molesta- Balbucee

Y si que lo era...

-No vuelvas a decir eso. Tú no sabes que esa regla nos salvaguarda de la desgracia- Me gritoneo una vez más mientras y su mirada seguía fija en el camino

Genial ahora estaba molesto conmigo...

-Es que es ilógico, los humanos no nos han hecho nada, ni pueden hacerlo y tú los aíslas de nosotros, ¿Por qué lo haces?-inquirí mirándolo mientras el conducía rumbo al club
-Mira no pienso discutir eso contigo, solo promete que no hablaras mas con ellos- me ordeno
-¡No, no prometeré nada hasta que me digas porque pusiste esa estúpida regla!- replique molesta
Yo necesitaba saber por que...

Emitió un gruñido estruendoso desde su pecho que me callo. Me dejo helada.
-¡Ya te dije que no, ahora obedece y promete que no hablaras más con un mortal nunca!- me mando enérgico

Resignada trate de recuperar la respiración, volví la mirada hacia él. Apreté los labios antes de responderle, desvié la mirada y volví a dirigirla hacia mi hermano

-¡Esta bien!, lo prometo pero lo hago en contra de mi voluntad, ¿ya estas feliz?- replique enojada
-¡No, lo comprendes! esto es por nuestro propio bien- trato de aclararme
-Eso nunca lo sabré ¿y sabes? algún día lo averiguare, y por mi cuenta corre que lo hare
-¡Aianna, deja de de decir estupideces! solo acata las reglas y no las cuestiones ¿está claro?- añadió furioso
-Para mí no está claro. Pero está bien Robert obedeceré una vez más sin saber si está bien o no- añadí decepcionada
-Mira no te pongas así- Trato de calmarse esperando un momento- cuando sea el momento apropiado te diré por qué hago esto.
-Solo déjame en paz en lo que resta del camino. Sabes no quiero hablar más con alguien que miente.
Robert, accedió a mi solicitud guardándose sus opiniones, después de que le dije mentiroso.

La decepción me hacía sentir vacía y nostálgica.
Deseaba con todo mí ser que Ashlyyn estuviera acompañándome en lugar de Robert.
El no era tan sensible y comprensivo como Ashlyyn. Me pesaba tanto que ella no pudiera estar conmigo.
Me resigné. Respire hondo. Y volví el rostro hacia a mi hermano

-Dime, ¿porqué?- inquirí. Mientras miraba por la ventana desilusionada- ¿Que hice yo, para que me trates así?

Robert jamás contesto a mi pregunta. Seguía sumergido en sus pensamientos, en su mundo solo importaba lo que él ordenara eso era más que evidente.

En su vida solo existían dos personas él y Marie, solo por ellos se preocupaba por nadie más. Pero a fin de cuentas yo siempre terminaba cediendo a sus excusas, no había oportunidad para que él se sincerara conmigo.
Tenía que admitirlo, viviré toda la eternidad sin saber la razón de esa regla, y sin saber porqué mi hermano tenía esa fascinación por hacer que mi vida fuera miserable y aburrida.

Al llegar al estacionamiento del Club, Robert estaciono la camioneta en un lugar libre debajo de un maple. Inhaló aire, cerró los ojos y recargo su cabeza en la cabecera del asiento. Por supuesto que no relajo la postura que adquirió durante nuestra pelea en el lobí del edificio. La camioneta se encontraba bajo la cálida sombra del árbol sin movimiento alguno.
Desesperada lo mire por última vez con frustración bajé de la camioneta bastante molesta para ser sincera.
Tomé mis cosas del asiento de atrás, empecé a correr por el estacionamiento y me dirigí a donde yo creía se encontraban los vestidores para damas.

No llegue a ningún vestidor ya que yo no sabía a ciencia cierta donde se encontraban los vestidores; porque Robert nunca me llevaba ni me dejaba salir a ninguna parte, así que tuve que recurrir a seguir a alguien que a mi parecer fuera a un vestidor.
En el camino mientras deambulaba, encontré a una chica que traía raquetas y una maleta, por lógica ella tenía que cambiarse de ropa así que la seguí con cautela hasta los vestidores.
Ya encontrándome allí dentro busqué un cubículo libre para cambiarme, No encontré ninguno cercano a la salida, eso me disgustaba seguramente si encontraba uno libre estaría oscuro y me agradaba la luz lo suficiente como para no estar cerca de ella. Seguí buscando sin resultados. En definitiva no había ningún cubículo libre para mí.
Camine un poco más y me adentre hasta el fondo del vestidor y allí estaba un cubículo libre, esperándome. Pero tenía que asegurarme de que ninguna otra persona haya visto ese espacio libre como yo, así que me dirigí hasta el con cautela, apresure mi paso para ser yo la primera en ocuparlo.
Llegué hasta el cubículo, me senté en la pequeña banca de madera que había allí dentro de la estructura. Estos cubículos eran parecidos a los que tienen los futbolistas en sus vestidores, bastante cómodos pero sin privacidad.


Continuara...